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lunes, 29 de octubre de 2018

El Brujo del Castillo, Maestro Nacional (II)


     Estuvo al frente de la farmacia de Fresno de Candespino, pueblo de Segovia y muy cercano a Cascajares, precisamente esos años (1918-1920) en que una epidemia de gripe, conocida como Gripe Española, afecto al mundo entero con más de 20 millones de muertes. En España afectó a unos 8 millones de personas y fallecieron unas 160.000, y eso a pesar del carácter benigno de la epidemia.  Don Enrique ayudó al médico, visitando a los enfermos, al farmacéutico preparando fármacos y al cura de Fresno de Candespino, con el que le unía una sincera amistad, a dar los últimos sacramentos a los enfermos. En alguna ocasión, casi obligaba al sacerdote a cumplir su obligación ya que éste se mostraba reacio a visitar a algún moribundo por miedo al contagio. No fue el cura sino el maestro quien se contagió con la enfermedad. Jugó con la muerte y ganó la partida a la “Dama del Alba”.    

    Pasado el tiempo y la epidemia fue un macabro recuerdo, un amigo que se presentaba a diputado, y que no tenía labia suficiente, le pidió que diera los mítines por él. Después de consultar a sus amigos de Fresno de Candespino, ya que eran del partido contrario y no quería enemistarse con ellos, al fin y al cabo eran los que pagaban su sueldo, y éstos le dieron permiso para ayudar al futuro diputado, al que creían que ni con la ayuda de Divina lograría el escaño.   

   Pero se equivocaron y ya fuera la ayuda del maestro dando mítines por él, o la ayuda del cielo, este hombre sacó su acta de diputado.

   A partir de entonces a don Enrique se le empezó a mirar mal en el pueblo, eran años de un alto grado de caciquismo,  y regresó a Madrid con el propósito de sacar, de una vez por todas, una plaza de maestro.

 

    Una vez más suspendió la oposición, pero ahora,  no por no dar  la puntuación   suficiente que la dio, sino porque uno de los políticos que le reprochó en Fresno de Candespino el haber ayudado a un adversario político a conseguir su acta de diputado, y que ahora estaba en el poder, habló largo y tendido con el tribunal, y a partir de la sexta plaza, que era la suya, suspendieron a los demás de lista, ocho en total, que habían sacado suficiente nota para aprobar la citada oposición. A don Enrique le dolió aquella maniobra, sobre todo porque por él, suspendieron a otros opositores que iban detrás en la lista con nota suficiente.

    El Obispo de Ávila visita El Real. 1ªfila: Cuñada de Amelia, Carmen,  Mª Luz, Lola, Sagrario, Sabina, Julia, desconocida, Carmen, Celia, desconocida, Sagrario, Lute; 2ª fila: desconocida, Merce, Domi, desconocida, Gregoria, Anto, Paca, Conce; 3ª fila: Edu, Dalia, Eva, Carmen, desconocida, Enrique Magaña, cura, Manolina, Obispo, cura, Arturo el maestro, Lola, Nasta, Adelina, Quica la zocata; detrás: fide, desconocida, Manolete, Viti. foto del archivo de la ACDT El Piélago, cedida por Víctor Moreno Maqueda.


    Durante todo ese tiempo vivió dando clases particulares y ayudando a su hermano Nicolás en un bar que éste regentaba.

    Estando un día en el bar con el papeleo tuvo una anécdota muy curiosa: un tendero (pastelero) del barrio le dijo que había soñado que si pasaba unos recibos de lotería por su espalda, le tocaría. Don Enrique a consecuencia de un mal de Pot en la infancia, tenía una malformación en la columna vertebral, y ya se sabe que hay supersticiosos que creen que pasar un número por una espalda malformada trae suerte. Después de pasar los billetes por su espalda, el tendero le regaló un décimo del 4416. Y sí, no se sabe si fue la espalda del maestro, o porque tenía que suceder así, les tocó el premio: 12.000 pesetas, de las de entonces (de 1920), al décimo.

    Una buena parte de ese dinero se lo dio a su hermano, que tenía problemas económicos en el bar. Y se lo devolvió poco a poco “no en dinero sino en afecto y cariño que tiene mucho más valor”

    Mientras tanto seguía preparando su oposición, que aprobó con el número 83. Al aprobar con un número tan alto tendría que pasar bastante tiempo hasta que una plaza quedara vacante, por lo que pidió una plaza de interino, y le fue concedida el 25 de septiembre de 1922 en un pueblo del noroeste de Toledo, concretamente El Real de San Vicente, “ lugar pequeño de unos 2000 habitantes. Me indicaron que se encontraba en las estribaciones de la Sierra de Gredos y relativamente cerca de la cabeza de Partido que a su vez era la estación de ferrocarril más cercana”


    Don Enrique llega a Talavera el 28 de septiembre con su maleta y un paquete de libros, que le acompañaba siempre. Se dirigió a la Posada de la Cruz y preguntó al posadero si había alguien de El Real de San Vicente. Allí le presentaron a una pareja, y le comentaron que esperaban a otro señor, del citado pueblo.

   La pareja, a la que se presentó como el nuevo maestro de El Real, se ofreció para acompañarle hasta el pueblo y llevarle la maleta y los libros. Llegó la otra persona que estaban esperando y, después de comer, todos juntos emprendieron la marcha hacia el pueblo.

   Durante la comida, el recién llegado se presentó al maestro como Teodoro. Éste hombre había estado 20 años en Argentina y, ya mayor, volvió a sus orígenes con la intención de poner un negocio.

   El trayecto, de Talavera al pueblo, lo hizo montado en burro. Al maestro le fueron explicando los accidentes geográficos y los espacios abiertos. Al llegar a un extenso prado que atravesaba la carretera, le explicaron que era el Prado del Arca. Los animales que allí pastaban eran de la viuda de Ortega, de cuya ganadería había salido “Bailaor”, el toro que mató a Joselito en la plaza de Talavera en las Ferias de Mayo de 1920. Por el Camino se puso de acuerdo con Teodoro, que tenía “una buena casa muy bien situada, al lado de la carretera, con una terraza abierta y cubierta por un parral” (enfrente del actual Tico Tico, donde hace unos años estaba el bar de la Parra). En casa de Teodoro se hospedaría el tiempo necesario.

...continuará la próxima semana.

lunes, 22 de octubre de 2018

El Brujo del Castillo, Maestro Nacional (I)


 
En los siguientes post hablaré de don Enrique Magaña Jiménez, ilustre maestro que tiene una calle dedicada en mi pueblo, El Real de San Vicente-Toledo-. Su vida la dedicó a la enseñanza, dejando una profunda huella en todos los alumnos que pasaron por sus clases
 
Enrique Magaña Jiménez llegó a El Real de San Vicente allá por los años 20 (concretamente en 1922). Ejerció como interino durante un año aproximadamente y se marchó para ocupar su plaza de maestro en propiedad a Puebla de don Rodrigo, en Ciudad Real.
Cuando llegó a dicho pueblo, se encontró una localidad sin médico y en la que tuvo que ejercer durante un tiempo de galeno, sin dejar por ello de enseñar a los muchachos en la escuela.
Eran años de caciquismo y este singular maestro que comenzó a estudiar en Madrid la Carrera de medicina, hizo dos cursos costeándose los estudios dando clases;  las necesidades de la vida le hicieron  abandonar la carrera de medicina para dedicarse por entero al magisterio.
Sus dos primeros años  como maestro fue en la Obra de la Propagación de la Fe, hasta que los inspectores de dicha obra descubrieron que algunos días llegaba tarde a clase por asistir a la Facultad de Medicina, aunque la clase no estaba desatendida, pues un compañero le sustituía. Ya había tenido algún enfrentamiento con dicha inspectora por distintos puntos de vista acerca de cómo practicar la enseñanza: curiosamente puso a los alumnos de forma que les  diera la luz de las ventanas de frente. Cuando la inspectora lo descubrió, le hizo volver a poner las mesas como estaban: los alumnos de espaldas a las ventanas, algo que sin duda no tenía lógica, ya que ellos con su propio cuerpo se quitaban la luz.   
 
                   Sin trabajo leyó en la prensa que, en el Liceo Francés de Madrid, se iba a celebrar un cursillo gratuito para maestros, para que estos perfeccionen el idioma del país vecino  e introducir a los alumnos españoles en la literatura gala. Ese mismo liceo convoca un concurso de lectores de español en las escuelas normales francesas, y mira por donde don Enrique Magaña Jiménez saca una de las tres plaza convocadas; las dos plazas restantes las consiguen amigos suyos.
 
 

                                                                                    Enrique Magaña Jiménez
 
    A veces algo se cruza en nuestra vida y hace que ésta tome una senda distinta; esto le pasó a don Enrique: con todo preparado, pasaporte incluido, para ir a Francia, quiso el destino que se juntara en un bar de Madrid con un matrimonio del país vecino. Al oírlos hablar, quiso probar con ellos su nivel de francés. Esta pareja le indicó que  Paris,  donde habían entrado ya los alemanes, no era un buen lugar para ir a trabajar.

Eran los años de la I Gran Guerra y don Enrique se libró de ella, no así sus amigos a los que no pudo convencer para que renunciaran a su trabajo en  Francia.

      Tras varias oposiciones, comienza a trabajar como profesor interino en la escuela de Getafe. Tiene que enfrentarse al párroco de la localidad por el reparto de una herencia a los pobres del pueblo:
 
     En su calidad de maestro tiene que hacer de secretario de la comisión que haga el reparto. El maestro, después de informarse bien, considera que la familia más necesitada es una que reside en una chabola y que además la mujer está enferma. El párroco no lo considera así, porqué esa familia no está casada por la Iglesia. El maestro responde que el difunto no pone ninguna condición para repartir sus bienes, sólo que sean pobres y necesitados. Tiene que intervenir el gobernador para acabar la discusión dando la razón al maestro.  

    Volvió a Madrid a malvivir de sus clases particulares hasta que consigue una sustitución en Cascajares, pueblo de la provincia de  Segovia de 212 habitantes.  Allí organiza la escuela admitiendo a todos los alumnos que quepan y además implanta clases nocturnas para personas adultas.

  Durante 3 años ejerció la docencia y practicó la medicina. En Cascajares tuvo algún enfrentamiento con el párroco del pueblo. Durante su vida, fue constante el enfrentamiento con los sacerdotes de los pueblos por donde pasó ejerciendo su profesión, ya que estos trataban de pisar su terreno, y él que no se metía en el terreno de la Iglesia, no consentía que los curas se metieran en los asuntos de la escuela, ya que según el maestro, sus jefes eran distintos y nada tenían que ver el uno con el otro.  Su relación con los sacerdotes no tuvo medias tintas: o eran amigos, buenos amigos, o enemigos. Nunca hubo indiferencia entre él y los representantes de la Iglesia.  

....continuará la próxima semana.

lunes, 15 de octubre de 2018

El Real se manifiesta a favor de la corona y(II)


Debió ser en los últimos meses de 1924 cuando el escritor y novelista republicano, Vicente Blasco Ibáñez (el libelo Blasco Ibáñez que dicen en el pleno del ayuntamiento), se atrevió a publicar todo lo que se rumoreaba del monarca: de sus aires absolutistas y sobre su implicación en la muerte de tantos españoles por ser el principal instigador de aquella desastrosa batalla. El escritor tuvo que exiliarse en Francia y volvió a España cuando se instauró la   II República.

El apoyo al monarca, como bien dice el acta del Ayuntamiento, se exteriorizo en una gran manifestación en Madrid el viernes 23 de enero.  Durante todo ese día la animación en las calles del centro fue enorme. Los edificios públicos estaban adornados con el pabellón nacional ¡Hasta los tranvías lucían en sus trolleys banderitas con los colores nacionales! Las comisiones municipales llegadas a la capital, procedentes de toda España, para homenajear al rey, se fueron concentrando en el Paseo de Coches del Retiro. En dicho Paseo cada provincia tenía su lugar asignado

“Toledo, la imperial cuidad, y su provincia se han sumado al homenaje, trayendo esplendida representación de la capital y de todos sus pueblos. Al frente de ella gallardea el histórico pendón Real de Castilla, concedido por D. Pedro I en las cortes de Valladolid, confirmando el privilegio concedido por su padre, D. Alfonso, a Toledo de cabeza de España. Dicha enseña también tiene honores de capitán general. Los maceros y alguacilillos llamaban la atención por sus pintorescos trajes y ricas dalmáticas”

El dirigible “España” estuvo realizando vuelos y piruetas a poca altura mientras se organizaba la manifestación, que se puso en marcha a las 10.30 de la mañana, yendo a la cabeza una escuadra de la guardia municipal de Madrid con su traje de gala. Transcurrió por las calles de O´donnell, Alcalá, Cibeles, Puerta del sol, y desde allí a la calle Bailen, suponemos que por la calle Mayor. El aspecto de la Plaza de Oriente, según el ABC de la época, “era indescriptible. Millares de personas se apiñaba ante el regio Alcázar”. El rey, y la reina acompañados de sus hijos, salieron a los balcones y fueron vitoreados por los manifestantes. Por el mismo orden que salieron del Retiro, desfilaron por la calle Bailen ante los monarcas, los representantes de todas las capitales y pueblos del país. El dirigible “España” hizo su acto de presencia volando muy bajo, arrojando banderitas y mensajes al rey.

Por la tarde hubo una recepción en palacio a todos los alcaldes y representantes de los ayuntamientos de España. Después, a las 21:30 hubo un banquete donde “la nota simpática fue la presencia de algunos alcaldes rurales que vestían con indumentaria pueblerina”. A las 11:30 dio comienzo el concierto del que disfrutaron los reyes acompañados por los alcaldes que tuvieron suerte en el sorteo del día anterior.

El día anterior, jueves 22, el centro de la capital también estuvo abarrotado de gente. Miles de personas se dieron cita en la Plaza de Oriente ante el Palacio Real, en el que se recibieron cientos de telegramas de felicitación al rey. Por la tarde se celebró en el Palacio de Hielo un acto, en el que los reyes recibieron las insignias y nombramientos como alcaldes honorarios de todos los ayuntamientos de España. El Ayuntamiento de Madrid obsequió con una merienda a todos los alcaldes de ciudades y poblaciones rurales, llegados a la capital. El menú que degustaron, seguramente muchos de los asistentes no habían probado esos platos en su vida, fue: caldo de ave en taza, fiambres variados, jamón york, ternera, lengua a la escarlata, rosbit, galantina trufada, ensalada real, pasteles y dulces. Cigarros habanos, vinos de jerez y champagne español. Con esto último llegaron también los discursos del alcalde de la capital, del dictador y del monarca. Entre todos los alcaldes sortearon entradas para el concierto en el Palacio Real, al que hacía alusión anteriormente. El de nuestro pueblo no tuvo suerte y al no conseguir entrada,  no pudo asistir a dicho concierto.
 

Leyendo el ABC de la época uno se da cuenta que tanto el dictador como el monarca se dieron un baño de multitudes ¿Lo necesitaban? El sábado 24 se celebró otra manifestación patriótica en homenaje a la memoria de todos los soldados muertos en campaña. La marcha que partió de la Plaza de España, por la calle Ferraz, el Paseo de Rosales hasta el Paseo Luis Camoens, donde se halla el monumento dedicado a la memoria de los soldados que cayeron en las guerras coloniales de Cuba y Filipinas. El día 25 fue un mitin, a las 11 de la mañana, que se celebró en el teatro Centro, de las Uniones Patrióticas de España, en apoyo al dictador Miguel Primo de Rivera. En todos estos actos, en particular el del día 24, no falto el recuerdo a los caídos en Marruecos, que fueron muchos y hacia escasamente año y medio que había ocurrido el  Desastre de Annual, que tantas críticas levantó contra los militares y contra el monarca. Todas las manifestaciones y actos de estos días precisamente eran para acallar estas duras críticas.

Pero la verdad no tiene remedio y siempre, tarde más o tarde menos, termina por imponerse. El informe Picaso ponía en evidencia las enormes irregularidades, la corrupción y la  ineficacia, del ejército español en África.  Hablaba de 13363 muertos (10973 españoles, 2390 indígenas, que estaban a las ordenes del ejército español, por sólo 1000 bajas del enemigo), aunque las cifras exactas nunca se sabrán. Las cifras de los soldados estaban muy abultadas para poder recibir más pagas, muchas de las cuales no tenían destinatario, y muchos más pertrechos militares que luego eran vendidos. La corrupción militar era generalizada, hasta los propios soldados, todos de condición humilde y lejos de sus casas, vendían sus municiones, a los que más tarde serían sus enemigos, para poder paliar un poco el hambre y la escasez de rancho de los cuarteles, a pesar de que desde Madrid se mandaba el dinero suficiente para que comieran como Dios manda. Se mandaba dinero para más soldados de los que realmente existían. Constancia de la Mora, nieta de Antonio Maura, habla de unos 8000 muertos; Indalecio Prieto, el que fuera ministro durante la II República, eleva la cifra de muertos y desaparecidos en 8668. El comandante Caballero Poveda, cifró las bajas españolas en 7875. Estas últimas  por la condición de militar de su autor,  quizá sea las cifras más reales. Aunque como decíamos anteriormente, las cifras exactas nunca se sabrán. A esta pérdida humana hay que añadir el material militar, la destrucción de infraestructuras (ferrocarriles, hospitales, escuelas…) construidas con dinero español durante doce años.

En las Paginas del ABC de esos días, y son muchas, dedicadas a los actos de los que hablo, no hepodido encontrar una lista con los nombres de los pueblos que participaron. Si que la hay de los alcaldes que  pudieron asistir al concierto celebrado en el Palacio Real, y en esa lista, como ya informaba, no está el alcalde de El Real. Supongo que nuestros representantes de la época, iban en las manifestaciones con la representación de la provincia de Toledo.

 

Para saber más:
Sobre el Desastre de Annual:
- García de Cortázar, F y González Vesga, J.M., Breve historia de España;

- Wikipedia: http://es.wikipedia.org

Sobre el rey y sus batallas:
- De la Mora, C.,  Doble esplendor
- Blasco Ibáñez, V., Contra el rey de España.

Sobre la corrupción del ejército en Marruecos
- Barea, A. La forja de un rebelde.

Sobre la manifestación o manifestaciones:
- Hemeroteca digital del ABC: http://hemeroteca.abc.es/

Continuará la próxima semana

lunes, 8 de octubre de 2018

El Real se manifiesta en favor de la corona (I)



   Terminaba de comenzar el año de 1925 y en el pleno extraordinario del día 13 de enero, siendo alcalde D. Pablo Moreno Moreno, se dice:

“…el presidente espuso a los señores concejales el objeto de la sesión cual era que el Real de San Vicente se adhiera al grandísimo homenaje que se prepara en Madrid a los reyes de España en una manifestación, esta villa debe demostrarle su cariño asi como protestar ante el caso cinico del libelo Blasco Ibañez.

El señor Hernadez entre elocuentes palabras, propuso al Ayunt. Que D. Alfonso XIII  y Doña Victoria Eugenia fueran nombrados alcaldes honorarios de este pueblo, que una comisión se traslade a Madrid el día 23 del actual para asistir al homenaje, a la cual pueden unirse cuantas entidades lo deseen.

El pleno por unanimidad estuvo conforme con lo espuesto por los señores que usaron la palabra y acuerda que la comisión que debe ir a tan brillante acto sea D. Pablo Moreno Moreno, Don Pedro Sanchez Muñoz y D. Juan Manuel Diaz”

Archivo municipal Real de S. Vicente, Caja 27-34, libro 3, folio 6v. Cita textual.

Al leer esta cita me sorprendió por lo anecdótico de la situación, pero tras pensar un poco me hice la siguiente pregunta:
¿Qué le pasaba a la corona para que un pueblo, “tan insignificante políticamente”, como El Real de San Vicente (Toledo) tuviera que celebrar un pleno extraordinario y manifestarse en apoyo a la monarquía?

Como comentaba anteriormente, la manifestación-homenaje fue en 1925, pero el deterioro de la imagen del monarca venia de varios años atrás. Alfonso XIII, que al parecer añoraba el absolutismo de su bisabuelo Fernando VII, del que se dice que nunca tuvo una palabra mala ni una obra buena, intentó en varias ocasiones saltarse la constitución, obteniendo la negativa por parte del gobierno de turno que impidieron que el rey tratara a España como si fuera de su  propiedad. Esto le granjeó la antipatía de los políticos tanto conservadores como liberales que, no obstante, tenían que convivir con él como proclamaba la Constitución.

Estas cuestiones políticas no transcendían al pueblo que consideraba al rey como un personaje simpático, hasta que en julio de 1921ocurrió el Desastre a Annual en el que perdieron la vida unos diez mil españoles.El monarca consideraba al ejercito como algo particular, entrometiéndose en él y en sus mandos sin tener una idea clara.  Siempre decía en sus discursos “nosotros los soldados”. Alguno de sus generales le recordó en más de una ocasión, que él no era un soldado.

En Marruecos el general Fernández Silvestre, amigo personal del rey y protegido suyo, pasando por alto a su superior, el general Dámaso Berenguer comisionado general de las tropas en Marruecos, y teniendo muy presentes las insinuaciones de su amigo el rey, que al parecer le gustaba practicar batallas en el salón con alfileres sobre mapas, se internó por el Rif y se metió en una trampa preparada por el cabecilla rifeño, y antiguo colaborador suyo, Abd-el-Krim.


                                             El Real de San Vicente hacia 1950


Los éxitos iniciales confiaron al general Silvestre que dejó desprotegida la retaguardia. Cuando se quiso dar cuenta del error fue imposible retroceder. Murieron muchos españoles, la gran mayoría eran jóvenes de clase humilde y trabajadora -los ricos pagaban para no ir a África-, que hacían el servicio militar obligatorio en Marruecos, destrozando y poniendo de luto a muchísimas familias españolas que, ya antes de que ocurriera  este desastre, estaban en contra de la guerra de Marruecos.

El trágico y luctuoso suceso lo fue más si cabe, cuando se rumoreó, aunque nunca se pudo probar -más adelante dire por qué -, que el rey, amigo personal del general Silvestre, era quién había sugerido  a su protegido aquella batalla. El escándalo fue tal que el gobierno presidido por Manuel Allendesalazar tuvo que dimitir. El monarca encargó al conservador Antonio Maura formar un gobierno de concentración nacional. El escándalo no cesaba y este nuevo gobierno se vio obligado a iniciar una investigación. El Ministro de la Guerra encargó al general Juan Picaso, que elaborara un informe sobre el desastre ocurrido en Marruecos. El gobierno de Maura no aguantó la crisis y las consecuencias de tantas muertes:  a los ocho meses presentó la dimisión. Y tras él, los gobiernos de Sánchez Guerra y el de García Prieto tuvieron el mismo desenlace.

El general Picaso sorteando trabas de militares, políticos y compañías mineras, siguió adelante con su investigación. Estaba previsto que el informe Picaso, como se llamó a dicha investigación, fuera debatido en las Cortes por la comisión de investigación y ésta emitiera sus conclusiones el 1 de octubre de 1923, pero el 23 de septiembre Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, con la venia de su majestad Alfonso XIII, dio un golpe de estado incruento. Por eso decía anteriormente que los rumores que culpaban al rey de ser el principal instigador de aquel desastre nunca se pudieron probar.

La situación socio-económica y política de España propició que en los primeros años casi todo el espectro político apoyara al dictador, que en los primeros años consiguió que cesara la violencia de los extremistas, tanto de izquierda como de derecha. Poco a poco la estrella del dictador se fue apagando entre los españoles cuando con el paso del tiempo se vio que el general no tenía carisma ni preparación para el cargo que ocupaba. Quiso imitar a Mussolini y crear un partido único, pero España no era Italia y los dirigentes de los partidos de izquierda, republicanos y conservadores le fueron retirando su apoyo. Hasta sus propios compañeros de profesión terminaron dándole la espalda en los últimos meses de la dictadura. Según se apagaba la estrella de Miguel Primo de Rivera se iban encendiendo de nuevo las críticas, cada vez más duras, contra el monarca que seguía apoyando al militar golpista. Al final se vio que la monarquía no podría sobrevivir sin dictadura, aunque eso ya es otra historia.

Continuará la próxima semana.