Enrique Magaña Jiménez llegó
a El Real de San Vicente allá por los años 20 (concretamente en 1922). Ejerció
como interino durante un año aproximadamente y se marchó para ocupar su plaza
de maestro en propiedad a Puebla de don Rodrigo, en Ciudad Real.
Cuando llegó a dicho pueblo,
se encontró una localidad sin médico y en la que tuvo que ejercer durante un
tiempo de galeno, sin dejar por ello de enseñar a los muchachos en la escuela.
Eran años de caciquismo y
este singular maestro que comenzó a estudiar en Madrid la Carrera de medicina,
hizo dos cursos costeándose los estudios dando clases; las necesidades de la vida le hicieron abandonar la carrera de medicina para
dedicarse por entero al magisterio.
Sus dos primeros años como maestro fue en la Obra de la Propagación
de la Fe, hasta que los inspectores de dicha obra descubrieron que algunos días
llegaba tarde a clase por asistir a la Facultad de Medicina, aunque la clase no
estaba desatendida, pues un compañero le sustituía. Ya había tenido algún
enfrentamiento con dicha inspectora por distintos puntos de vista acerca de
cómo practicar la enseñanza: curiosamente puso a los alumnos de forma que
les diera la luz de las ventanas de frente.
Cuando la inspectora lo descubrió, le hizo volver a poner las mesas como
estaban: los alumnos de espaldas a las ventanas, algo que sin duda no tenía lógica,
ya que ellos con su propio cuerpo se quitaban la luz.
Enrique Magaña Jiménez
Eran los años de la I Gran
Guerra y don Enrique se libró de ella, no así sus amigos a los que no pudo
convencer para que renunciaran a su trabajo en
Francia.
Tras varias oposiciones, comienza
a trabajar como profesor interino en la escuela de Getafe. Tiene que
enfrentarse al párroco de la localidad por el reparto de una herencia a los
pobres del pueblo:
En su calidad de maestro tiene que hacer de secretario
de la comisión que haga el reparto. El maestro, después de informarse bien,
considera que la familia más necesitada es una que reside en una chabola y que además
la mujer está enferma. El párroco no lo considera así, porqué esa familia no está
casada por la Iglesia. El maestro responde que el difunto no pone ninguna
condición para repartir sus bienes, sólo que sean pobres y necesitados. Tiene
que intervenir el gobernador para acabar la discusión dando la razón al
maestro.
Volvió a Madrid a malvivir de sus clases particulares hasta que consigue una sustitución en Cascajares, pueblo de la provincia de Segovia de 212 habitantes. Allí organiza la escuela admitiendo a todos los alumnos que quepan y además implanta clases nocturnas para personas adultas.
Durante 3 años ejerció la docencia y practicó
la medicina. En Cascajares tuvo algún enfrentamiento con el párroco del pueblo.
Durante su vida, fue constante el enfrentamiento con los sacerdotes de los
pueblos por donde pasó ejerciendo su profesión, ya que estos trataban de pisar
su terreno, y él que no se metía en el terreno de la Iglesia, no consentía que
los curas se metieran en los asuntos de la escuela, ya que según el maestro,
sus jefes eran distintos y nada
tenían que ver el uno con el otro. Su
relación con los sacerdotes no tuvo medias tintas: o eran amigos, buenos
amigos, o enemigos. Nunca hubo indiferencia entre él y los representantes de la
Iglesia.
....continuará la próxima semana.
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