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lunes, 5 de noviembre de 2018

El Brujo del Castillo, Maestro Nacional (III)


Poco tiempo estuvo don Enrique practicando la enseñanza en El Real ya que, en agosto de 1923, le notificaron que había sido destinado, con una plaza en propiedad, a Puebla de don Rodrigo en la provincia de Cuidad Real

A pesar del escaso tiempo que estuvo en El Real, nuestro pueblo, no llegó al año, conoció a una joven que poco tiempo después sería su esposa.

 

Llegar a su nuevo destino le supuso toda una aventura: 50 kilómetros en burro, desde Piedrabuena cabeza de partido, con toda clase de incidentes en el trayecto. Quiso el destino que en su nuevo pueblo no hubiera medico y mira por donde la primera noche que llegó ya tuvo que ejercer como tal. Y no le queda otra opción que, después de atender sus labores profesionales como maestro, atender a los enfermos del pueblo con bastante buen criterio.

Eran años de caciquismo y en Puebla de don Rodrigo, el bipartidismo hacía que hubiera dos bandos irreconciliables, a pesar de que los partidos a los que representaban, aguileristas y gassetistas, se habían unido en la capital. Sin él saberlo su escuela sirvió para hacer un pucherazo electoral a favor de los aguileristas, que eran quienes ostentaban el poder en el pueblo: su amistad con las autoridades le sirvió para que se hicieran unas obras, por otra parte muy necesarias, en su escuela. Ésta estaba ubicada en el mismo ayuntamiento. Con tablas hicieron una pared para separarla del concejo. Las tablas, que no serían de muy buena cualidad o la falta de seriedad del carpintero, pasados unos días se abrieron, dejando grietas en la pared. El secretario aprovechó y, en el otro lado de la pared,  puso un armario bastante voluminoso. Lo que no sabía el maestro era que el carpintero había dejado una trampilla, que coincidía con otra en el armario; por dicha trampilla, el día de las elecciones, entró un niño que se quedó todo el día en el armario y así, durante la comida,  poder cambiar las papeletas de un partido por el otro en la urna.

 

No estuvo mucho tiempo en Puebla de don Rodrigo, pero si el suficiente para coger prestigio como maestro y como médico:

Como maestro acudió en Cuidad Real a un cursillo de ampliación donde triunfó como ponente exponiendo los nuevos métodos de enseñanza, entonces en plena vanguardia,  Delcroyanos; como médico: llegaron a cazar al pueblo un grupo de personas importantes de Cuidad Real y de Madrid, entre ellos, un prestigioso cirujano de la capital de España, que se ofreció para acompañar al maestro a visitar a los enfermos. Al terminar la visita este prestigioso cirujano le dijo al alcalde: ”No sé cuanto valdrá este muchacho como maestro, pero como médico, quizá valga tanto o más que el que tenga que venir”

                                Año 1952.  Niños de comunión.
                                                       Imagen del Archivo de la ACDT El Piélago. 
                                                                   Cedida por Marcelino "Uvas"
 
Su nuevo destino fue Piedrabuena, donde llegó cuando en España se estaba asentando un nuevo gobierno bajo la tutela del dictador, Miguel Primo de Rivera. Por orden directa de las nuevas autoridades del país fue nombrado alcalde de su antiguo destino. Alegó que tenía que tomar posesión del nuevo y que de no hacerlo podría tener consecuencias profesionales en el futuro. Ante estas razones el Gobierno Civil le nombró concejal- interventor del Ayuntamiento de Piedrabuena. Alegó  que no conocía a nadie en el pueblo, que era un recién llegado; “precisamente, los motivos que acaba de exponer para disuadir el compromiso son los que buscamos. No tener experiencia política y no conocer a nadie en el pueblo, es necesario para no estar ligado a intereses particulares de nadie y hacer la gestión con los criterios que marca la Ley, por  lo que debe usted aceptar la proposición ya que de lo contrario está usted obstaculizando la planificación que intenta llevar a cabo el nuevo orden establecido y se le aplicará la norma con contundencia ¿ha oído hablar de Mahón?”

 

Aceptó el cargo impuesto y desde el primer momento tuvo que enfrentarse a los caciques de ambos bandos. Comenzaron las discrepancias por el dinero del pósito:

En el Ayuntamiento de Piedrabuena siempre había un remanente del pósito. Este dinero lo disfrutaban varios vecinos amigos del alcalde de turno, que en el momento preciso y ante una inspección, que se comunicaba previamente, se reponía para hacer el arqueo y firmar las actas. A este trapicheo se negó rotundamente el maestro y concejal interventor de hacienda alegando que: “ese dinero está depositado por si alguien lo solicita de necesidad y yo respondo de ello. De forma que el dinero no se mueve si no es bajo la norma establecida y con la publicidad suficiente”.

Ésta y otras actuaciones mirando siempre el beneficio del pueblo, y que solían terminar en sanción, sin tener en cuenta si el infractor era un cacique o el bando al que pertenecía, llegó a sancionar a una Ferretería del propio alcalde por no cumplir las normas, hicieron que su estancia en el pueblo se fueran deteriorando. La más afectada por esta situación era su esposa, una joven de El Real de San Vicente, que no estaba acostumbrada a este vacío que las gentes la hacían: llegó a negarse a salir de casa.

 

Ante esta situación tan deteriorada y en vistas de no poder mejorar ya que cuando pasó la dictadura, volvieron a imponerse, con más soberbia si cabe, de nuevo los caciques de siempre, ahora representados por los descendientes de los de antes, un concurso de traslados fue como una tabla de salvación para él y su familia, sobre todo para su mujer ya que el puesto solicitado y finalmente conseguido por el maestro era precisamente, El Real de San Vicente, el  pueblo se su esposa.

Habían pasado siete años desde su anterior estancia en El Real, aunque todos los veranos había pasado las vacaciones en él, ahora volvía para quedarse, casado y con tres hijos pequeños, y practicar su profesión enseñando a los niños, jóvenes y adultos.

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