Poco tiempo estuvo don
Enrique practicando la enseñanza en El Real ya que, en agosto de 1923, le
notificaron que había sido destinado, con una plaza en propiedad, a Puebla de don
Rodrigo en la provincia de Cuidad Real
A pesar del escaso tiempo
que estuvo en El Real, nuestro pueblo, no llegó al año, conoció a una joven que
poco tiempo después sería su esposa.
Llegar a su nuevo destino le
supuso toda una aventura: 50 kilómetros en burro, desde Piedrabuena cabeza de partido,
con toda clase de incidentes en el trayecto. Quiso el destino que en su nuevo
pueblo no hubiera medico y mira por donde la primera noche que llegó ya tuvo
que ejercer como tal. Y no le queda otra opción que, después de atender sus
labores profesionales como maestro, atender a los enfermos del pueblo con
bastante buen criterio.
Eran años de caciquismo y en
Puebla de don Rodrigo, el bipartidismo hacía que hubiera dos bandos
irreconciliables, a pesar de que los partidos a los que representaban, aguileristas
y gassetistas, se habían unido en la capital. Sin él saberlo su escuela sirvió
para hacer un pucherazo electoral a favor de los aguileristas, que eran quienes
ostentaban el poder en el pueblo: su amistad con las autoridades le sirvió para
que se hicieran unas obras, por otra parte muy necesarias, en su escuela. Ésta
estaba ubicada en el mismo ayuntamiento. Con tablas hicieron una pared para
separarla del concejo. Las tablas, que no serían de muy buena cualidad o la
falta de seriedad del carpintero, pasados unos días se abrieron, dejando
grietas en la pared. El secretario aprovechó y, en el otro lado de la
pared, puso un armario bastante
voluminoso. Lo que no sabía el maestro era que el carpintero había dejado una
trampilla, que coincidía con otra en el armario; por dicha trampilla, el día de
las elecciones, entró un niño que se quedó todo el día en el armario y así,
durante la comida, poder cambiar las
papeletas de un partido por el otro en la urna.
No estuvo mucho tiempo en
Puebla de don Rodrigo, pero si el suficiente para coger prestigio como maestro
y como médico:
Como maestro acudió en
Cuidad Real a un cursillo de ampliación donde triunfó como ponente exponiendo
los nuevos métodos de enseñanza, entonces en plena vanguardia, Delcroyanos; como médico: llegaron a cazar al
pueblo un grupo de personas importantes de Cuidad Real y de Madrid, entre
ellos, un prestigioso cirujano de la capital de España, que se ofreció para
acompañar al maestro a visitar a los enfermos. Al terminar la visita este
prestigioso cirujano le dijo al alcalde: ”No
sé cuanto valdrá este muchacho como maestro, pero como médico, quizá valga
tanto o más que el que tenga que venir”
Año 1952. Niños de comunión.
Imagen del Archivo de la ACDT El Piélago.
Cedida por Marcelino "Uvas"
Su nuevo destino fue
Piedrabuena, donde llegó cuando en España se estaba asentando un nuevo gobierno
bajo la tutela del dictador, Miguel Primo de Rivera. Por orden directa de las
nuevas autoridades del país fue nombrado alcalde de su antiguo destino. Alegó
que tenía que tomar posesión del nuevo y que de no hacerlo podría tener
consecuencias profesionales en el futuro. Ante estas razones el Gobierno Civil
le nombró concejal- interventor del Ayuntamiento de Piedrabuena. Alegó que no conocía a nadie en el pueblo, que era
un recién llegado; “precisamente, los
motivos que acaba de exponer para disuadir el compromiso son los que buscamos.
No tener experiencia política y no conocer a nadie en el pueblo, es necesario
para no estar ligado a intereses particulares de nadie y hacer la gestión con
los criterios que marca la Ley, por lo
que debe usted aceptar la proposición ya que de lo contrario está usted
obstaculizando la planificación que intenta llevar a cabo el nuevo orden
establecido y se le aplicará la norma con contundencia ¿ha oído hablar de
Mahón?”
Aceptó el cargo impuesto y
desde el primer momento tuvo que enfrentarse a los caciques de ambos bandos.
Comenzaron las discrepancias por el dinero del pósito:
En el Ayuntamiento de
Piedrabuena siempre había un remanente del pósito. Este dinero lo disfrutaban
varios vecinos amigos del alcalde de turno, que en el momento preciso y ante
una inspección, que se comunicaba previamente, se reponía para hacer el arqueo
y firmar las actas. A este trapicheo se negó rotundamente el maestro y concejal
interventor de hacienda alegando que: “ese
dinero está depositado por si alguien lo solicita de necesidad y yo respondo de
ello. De forma que el dinero no se mueve si no es bajo la norma establecida y
con la publicidad suficiente”.
Ésta y otras actuaciones
mirando siempre el beneficio del pueblo, y que solían terminar en sanción, sin
tener en cuenta si el infractor era un cacique o el bando al que pertenecía,
llegó a sancionar a una Ferretería del propio alcalde por no cumplir las
normas, hicieron que su estancia en el pueblo se fueran deteriorando. La más
afectada por esta situación era su esposa, una joven de El Real de San Vicente,
que no estaba acostumbrada a este vacío que las gentes la hacían: llegó a
negarse a salir de casa.
Ante esta situación tan
deteriorada y en vistas de no poder mejorar ya que cuando pasó la dictadura,
volvieron a imponerse, con más soberbia si cabe, de nuevo los caciques de
siempre, ahora representados por los descendientes de los de antes, un concurso
de traslados fue como una tabla de salvación para él y su familia, sobre todo
para su mujer ya que el puesto solicitado y finalmente conseguido por el
maestro era precisamente, El Real de San Vicente, el pueblo se su esposa.
Habían pasado siete años
desde su anterior estancia en El Real, aunque todos los veranos había pasado
las vacaciones en él, ahora volvía para quedarse, casado y con tres hijos
pequeños, y practicar su profesión enseñando a los niños, jóvenes y adultos.
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