Se encontró un pueblo muy
politizado y dividido en dos bandos: los conservadores apegados a las antiguas
tradiciones y a la Iglesia, eran seguidores
de Gil Robles y su Acción Popular. Tenían un centro de Acción Popular en el
pueblo; y los progresistas inclinados o militantes de los partidos de
izquierda, estaban vinculados a la Casa del Pueblo y sobre todo a la UGT.
Se integró con rapidez en la
vida del pueblo: formó parte de la Cofradía de Esclavos de la Virgen de los
Dolores de la que fue secretario. Se integró en Acción Popular de la que fue
asesor. En 1931 formó parte del
ayuntamiento como concejal regidor. En 1933 se presento a las elecciones para
alcalde por el Partido Republicano Radical, pero no fue elegido.
La vida en el pueblo era
bastante ajetreada, el juzgado de paz tenía mucha actividad debido a las
diferencias de ambos bandos y a las denuncias que unos y otros se ponían.
En los plenos del
ayuntamiento de esos años existen numerosas quejas y escritos de varios vecinos denunciando a
otros por apropiarse de caminos para unir sus fincas, y de los pastos
comunales, pastos y caminos que
pertenecían a todos.
Durante los primeros meses
de la guerra civil don Enrique tuvo que esconderse por miedo, estaba amenazado
por los milicianos.
Terminada la guerra no se
libró, como infinidad de maestros en toda España, de la depuración. La denuncia al parecer
partió del primer alcalde franquista de El Real, con el que tuvo varios
encontronazos por la forma en que dicho corregidor, ejercía el poder: a su
antojo, sin ningún tipo de control ni miramiento, como si se tratara de un rey
absolutista en la localidad. Las gestiones de este alcalde hicieron detener, y
después desaparecer, a muchos hombres progresistas del pueblo, entre ellos el
anterior alcalde socialista, hombre honrado que impidió que se paseara a muchos
hombres de derechas, de hecho en el pueblo no se paseó a ninguno, y se enfrentó
y convenció a los milicianos, cuando éstos se retiraban de Talavera hacia Pelahustán,
para que no bombardearan el pueblo.
La denuncia llegó a la
comisión depuradora que investigó el pasado de este insigne maestro, que en sus años jóvenes
había militado en la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de la UGT, y
aunque de esta militancia ya hacía mucho
tiempo y él alegó que hacía años que había dejado de pertenecer a esta
federación, en los documentos incautados por los vencedores al sindicato, no se
encontró su renuncia.
Fue suspendido de empleo y
sueldo. Hizo las reclamaciones oportunas pero no se libró de la sanción: un
traslado forzoso a un pueblo de Teruel durante cuatro años.
En Gea de Albarracín pueblo
en el que, como en todos sus destinos, se integró con facilidad, apenas llegó a
estar un año, ya que revisado su expediente, y con sus antecedentes, se
suspendió su sanción, volviendo a su antiguo puesto de El Real de San Vicente.
De nuevo en nuestro pueblo y
sin dejar de ejercer la enseñanza, fue nombrado alcalde por el Gobernador Civil
de Toledo en enero de 1948, ejerciendo durante varios años, con un grupo de
concejales, nombrados también por el gobernador, entonces no había la Democracia
que tenemos hoy, y según sus propias palabras:”comenzó una labor de equipo que resultó eficaz puesto que pasado poco
tiempo de nuestra actuación, se elogiaba reiteradamente entre los distintos ámbitos
de la provincia”.
Los niños de la escuela. Año 1962
Como ya hemos citado
anteriormente, por todos los pueblos donde
ejerció su profesión, su relación con los sacerdotes de la localidad no
tuvo término medio: o le unía una gran amistad o una profunda enemistad. Su
enemistad no provenía por no ser creyente ya que, don Enrique, era un hombre
profundamente católico y practicante.
En El Real no pudo ser de
otro modo y como le dijera Don Quijote a su fiel escudero: “Sancho con la
Iglesia hemos topado”, este maestro y alcalde presidente de la Corporación
Municipal topó con los representantes de esta Institución en el pueblo. Y no
sólo con uno, sino con tres seguidos.
Estos representantes de Dios
en el pueblo con “su actitud conciliadora
y como buenos representantes de la Iglesia, paradójicamente dejaron al pueblo
dividido sin más”. El último de estos dignos representantes de la Iglesia,
un tal don Teodomiro “se encargo de
arruinar mi vida profesional y de destrozarme, al menos por un largo tiempo,
como persona”
La confrontación comenzó con
los párrocos anteriores y continuó con el tal don Teodomiro y todo por el
pensamiento de toda la vida del maestro, y ahora alcalde, de que él no se metía
en asuntos divinos y estos no tenían porqué meterse en asuntos terrenales. Hay
que entender que en aquellos años los uniformes y las sotanas eran quienes
ostentaban el poder, y ¡hay de aquél que osara enfrentarse a ellos!
El párroco aprovechó una
denuncia para ponerse al lado de la denunciante, en vista de que ésta tenía una
tarjeta de racionamiento falsa firmada por el alcalde. En el juicio, la señora alegó que el alcalde había
rellenado dicha tarjeta, con los datos que ella misma le había dado y que ya
constaban en la tarjeta anterior. También se vio una partida de nacimiento con
la edad de la hija de la denunciante falseada, y por la que ésta pudo estudiar
una carrera antes de tener la edad adecuada, que la misma señora declaró haber
sobornado al funcionario del registro, ya fallecido, con una módica cantidad de
dinero para que falseara la fecha de nacimiento de su hija.
Aunque se vio claramente que el alcalde, Enrique Magaña, no
tuvo nada que ver, con su firma como funcionario avalaba dos documentos falsos.
Fue condenado a pagar una
multa de 1000 pesetas y a un mes de arresto domiciliario; la denunciante fue
condenada a pagar la misma multa y a dos meses de arresto domiciliario, que
ninguno llegó a cumplir por beneficiarse de un indulto, sólo tuvieron que pagar
los costes del juicio.
Las fotos son del archivo de Imágenes de la ACDT El Piélago.
Las fotos son del archivo de Imágenes de la ACDT El Piélago.
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