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lunes, 26 de noviembre de 2018

El Brujo del Castillo: Maestro Nacional (y V)


Ante el procesamiento el maestro fue perdiendo apoyos institucionales y antes de que le destituyeran  dimitió de sus cargos de alcalde y de Jefe Local del Movimiento en mayo de 1955.

También fue suspendido de empleo y sueldo y tuvo que subsistir dando clases particulares. Hasta que, en el juicio, se vio que éste no tenía nada que ver con su profesión de maestro, y le devolvieron  sus haberes íntegros y su empleo.

No contento el sacerdote, un buen día desde el pulpito dijo que había un descubierto de 125 pesetas  en el libro de los Esclavos de la Virgen, y aunque el maestro como secretario de dicha cofradía, no tocaba ni una peseta, pues se limitaba a poner en el libro  de actas, lo que el tesorero le notificaba, la maniobra estaba clara: para muchos vecinos que no sabían como se llevaba la contabilidad de dicha cofradía, había un claro responsable.

 El párroco no dejó ver el libro para que se corrigiera el posible error ya que “no era su intención subsanar nada de momento, pues quería que los fallos no se corrigiesen y quedasen allí para dar constancia”.

Cansado de esta guerra con el sacerdote y sin entender a que se debía, determinó pedir audiencia con el obispo de Ávila, que era la diócesis a la que pertenecía El Real[1].

La autoridad eclesiástica parece que le escuchó porque pasados diez o doce días el párroco fue destinado a oficinas de Palacio. La misma noche que se despedía  el cura, hubo una especie de manifestación en apoyo al sacerdote cesado, “…, hombres  y mujeres que de vez en cuando gritaban: ¡viva el señor cura! Contestando los demás sin demasiadas ganas según se podía colegir por el escaso ímpetu vocinglero”.

 


Los amigos del sacerdote indignados redactaron un escrito dirigido a la Dirección General de Enseñanza para que el maestro fuera sancionado. El procedimiento para recoger firmas en el pueblo para dicho escrito, con palabras del propio maestro: “…dos o tres cabecillas fueron recorriendo bares y tabernas, en el momento de más concurrencia y con la pluma preparada y solicitando la firma de todos con el fin de conseguir unas buenas ayudas para el pueblo por parte de la Delegación  Provincial de Sindicatos”.

Al  parecer nadie tenía la costumbre de leer y  firmaba sin más. Después de los bares fueron por las casas y dieron con un hombre, cercano al maestro,  que tenía por costumbre, buena y lógica por cierto, de leer todo lo que firmaba. Intentaron quitarle el documento alegando que tenían prisa. No consiguieron arrebatárselo de las manos y cuando leyó el escrito que tenía que firmar, los llamo de todo y fue por los bares y tabernas  para denunciar el engaño a los demás. Muchos de los que habían puesto su firma en el escrito salieron en busca de los que pidieron las firmas para obligar a romper el escrito.

Lo cierto es que el escrito, ese u otro parecido, fue llevado al correo a pesar de que era de noche y no era hora de oficina. El encargado del correo, cercano a las ideas del cura, lo certificó y a la mañana siguiente salió para su destino.

 

En la Dirección General de Enseñanza aunque no hicieron mucho caso del escrito, viendo el currículum del maestro,  le obligaron a cambiar de destino para evitar enfrentamientos con los vecinos, que sí pudieran terminar en sanción.

Le ofrecieron un importante pueblo de Toledo, pero él prefirió seguir cerca de El Real, donde estaba su familia, y escogió Garciotún, donde ejerció su profesión unos años, hasta que se jubiló anticipadamente por enfermedad.

Pasado un tiempo volvió a dar clases, durante nueve años, en una academia en Talavera de la Reina, donde se había trasladado a vivir con su familia, aunque nunca perdió su relación con El Real ya que, los meses de estío, los pasaba en el pueblo huyendo de los calores talaveranos.

 

Este polifacético maestro participó, con diferente suerte, en certámenes literarios. En sus distintos quehaceres aun tuvo tiempo de escribir varios poemas, cuentos y alguna obra teatral. Colaboró con  periódicos como: La Voz de Valdepeñas; Vida Manchega; Diario de Ávila, en este último  mientras estuvo en nuestro pueblo; todos ellos locales o provinciales de los lugares donde ejerció su profesión. Muchos de sus artículos los firmaba con el seudónimo de El Brujo del Castillo, de ahí el titulo de este escrito.

También colaboró, como ya se ha mencionado anteriormente, con los médicos y farmacéuticos de los pueblos por los que pasó. En El Real colaboró y ayudó al farmacéutico Joaquín de Jaén.

Entre sus amigos de juventud se encontraban personalidades que después destacaron en la política nacional como Rodolfo Llopis, presidente de la Republica en el exilio, y Segismundo Casado, al que llamaban Segis, que fue Jefe de Estado Mayor Central durante la guerra y que en los últimos meses de ésta protagonizó un golpe de estado contra la Republica o lo poco que quedaba de ella.

Pasados unos años antiguos alumnos suyos de El Real de San Vicente, ya casados, propusieron hacerle un homenaje al que asistieron las autoridades locales, para reconocer su labor de Maestro durante tantos años. En su honor se convocó un certamen literario en prosa y verso que llevó su nombre y que, por desgracia,  tuvo poca continuidad.
 


Hoy El Real le dedica una calle con su nombre junto con el de otro ilustre maestro “sin duda más merecedor que yo”[2].

Foto1: del archivo de imágenes de la ACDT El Piélago.
Foto2: cedida por Isa Ramos.


[1] Hasta el año 1957 la parroquia de Santa Catalina de El real de San Vicente, perteneció a la diócesis de Ávila. A partir de dicho año pasó a pertenecer a la diócesis de Toledo. Nota del Autor.
[2] Este escrito  está basado la obra autobiografía,  “Girones de una vida” escrita por  el Maestro  Don Enrique Magaña Jiménez. N.A.
 

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