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lunes, 3 de diciembre de 2018

El Pucherazo Realeño (I)

 

 

Pese a que lo pueda parecer, este artículo no habla de gastronomía realeña, aunque bien pudiera hacerlo por los ricos y variados platos, con sus guisos, sus salsas, sus salmorejos…que tenemos en El Real. En este artículo hablaremos de elecciones y de votos. Para comenzar tenemos que saber cuándo y por qué se empleó el término “Pucherazo”

Esta palabra comenzó a emplearse en los últimos años del siglo XIX, cuando Antonio Cánovas del Castillo, uno de los políticos más inteligentes que hemos tenido se inventó la Restauración borbónica. Corría el año de 1875.

Durante todo el siglo XIX, salvo raras excepciones, los españoles hemos estado divididos por gobiernos que favorecían esa división. Después de unirnos todos para luchar contra el invasor francés, España tuvo 26 años de gobierno reaccionario (Fernando VII) y guerra civil (1ª Guerra Carlista). Durante el reinado de Isabel II se sucedieron los gobiernos militares, según el gusto de alcoba de la Reina;  la 2ª Guerra Carlista; un monarca extranjero que renunció a los pocos meses; una Revolución, La Gloriosa que desembocó en la 1ªRepublica Española de corta duración; y la 3ªGuerra Carlista.

Con un pueblo desmotivado políticamente y arto de tanto gobierno, que escasamente duraban 20 meses, comenzó Cánovas a levantar un nuevo estado y una nueva Constitución, la sexta  del siglo XIX. Le guiaban dos principios fundamentales: 1)- Mantener al ejército alejado del poder, y 2)- no confiar en elecciones libres. Después de sucesivos gobiernos de generales desastrosos para todos excepto para los militares, era lógico que el político conservador quisiera tenerlos alejados del poder. El segundo principio resulta difícil de entender en un hombre que admiraba el sistema parlamentario ingles y su sistema electoral. En la nueva Constitución introdujo un requiso censitario por el cual las clases trabajadoras, en su mayoría analfabetas, quedaban excluidas del derecho al voto. Y aunque había libertad de prensa, no hubo una sola elección limpia, seria y autentica.

                    Calle de la Luna con la de Carmen García Rubio o R30
 
Cánovas pensaba que España debía estar gobernada por las clases altas e ilustradas del país, que eran los que tenían derecho al voto. La clase ilustrada mayoritariamente era radical o republicana y este era el principal motivo de controlar las elecciones. Unas elecciones libres hubieran dado al traste con su plan restaurador. En todo el siglo XIX cuando los liberales llegaban al gobierno era por medio de la violencia, golpes militares…etc. Cánovas, hombre de una inteligencia y una cultura poco común en aquellos tiempos, que sabia y conocía el peligro que esta forma de llegar al poder entrañaba, arregló las cosas para que gobiernos conservadores fueran reemplazados regularmente por los liberales. Su plan era dimitir  y dar paso  a los liberales, cuando una crisis económica o de cualquier otro tipo amenazara las estructuras del país por él creadas. Los liberales hacían lo mismo, no habiendo grandes diferencias entre un gobierno u otro, a excepción de que los liberales se preocupaban por la educación y eran anticlericales, y los conservadores se preocupaban más, aunque su preocupación era escasa, por la agricultura y las condiciones de trabajo.

Cánovas conservador y Sagasta liberal, sellaron un pacto en 1885 ante el lecho de muerte del rey Alfonso XII: seguir el método de dos partidos que se turnan en el poder, y de esta forma no perturbar la dinastía monárquica. La regla establecida era que el gobierno que organizaba las elecciones tenía que ganarlas, y la forma de turnarse en el gobierno era la dimisión ante cualquier dificultad. Se daba por hecho quien ganaría las elecciones, hasta el punto de que en alguna ocasión se publicaron en los diarios los nombres de los ganadores antes de las elecciones. Para conseguirlo la maquinaria electoral tenía su sede en el Ministerio de la Gobernación. Desde este ministerio se daban órdenes a los gobernadores provinciales con los nombres de los que debían ganar las elecciones en cada ayuntamiento, e incluso el porcentaje de votos. También salían los nombres del partido rival en número suficiente para que en las Cortes hubiera una oposición. Ante todo había que guardar las formas. En las grandes ciudades el gobierno civil contaba con la policía y las autoridades para amañar los resultados electorales. En los pueblos contaban con los caciques, que eran los encargados de apañar las elecciones a gusto del Gobernador Civil de turno.  Las triquiñuelas empleadas para conseguirlo eran variadas: confeccionar las listas de votantes donde solo aparecían los que se sabía de antemano que votarían según lo acordado, manipular las urnas, sobornado o amenazando a los votantes…etc.

...continuará la próxima semana.
Foto del archivo de imágenes de la ACDT El Piélago


 

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