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lunes, 4 de febrero de 2019

Esperanzas Rotas (I)

Este relato es un cuento corto. Escrito en 2013 fue el inicio de otro relato mucho más largo, que aparentemente no tiene nada que ver, pero fue donde empecé a desarrollarlo. Espero que guste o al menos entretenga.

  Esperanzas Rotas


Sentado frente al Sena esperaba impaciente la llegada de un compañero de la confederación. Se había quitado la chaqueta, el sol ya empezaba a calentar. Miraba sin ver el lento, monótono y seguro discurrir del agua por su cauce. Sus pensamientos iban como el agua:

Hacia un mes que había llegado a Paris después de un tortuoso camino, que comenzó, al pasar la frontera en desbandada, con el resto del maltrecho ejercito republicano y miles de paisanos que huían de las tropas franquistas.

Al pasar la frontera, el gobierno francés nos esperaba con los “brazos abiertos” para meternos en una playa acordonada con alambre de espino.

Hacinados, con hambre y sed,  miles de españoles que habíamos huido de nuestra querida España por culpa de la maldita Guerra. Los supuestos ideales franceses de igualdad, libertad y fraternidad, con los españoles brillaron por su ausencia.

Los primeros días en aquel campo de concentración de Argéles-sur-Mer fue un verdadero suplicio, por el día calor y por la noche muertos de frio. Cuando hacia viento la jodida arena se nos metía por todas partes. Ni siquiera había letrinas, ni para hombres ni para mujeres. Fuimos nosotros, los que en España habíamos ejercido algún tipo de mando, los que pusimos a nuestra gente a trabajar, para hacer de aquella maldita playa un lugar un poco más habitable. A falta de agua dulce, nos las tuvimos que ingeniar para usar  agua salada para la higiene.

Foto de El Real de San Vicente. El corral de la Abuela Conce
 
Sin nada que llevarse a la boca, los franceses nos trataron peor que si fuéramos animales ¡Parecía mentira! El país donde siglo y medio antes se proclamaron los Derechos Universales del Hombre, ahora con nosotros eran papel mojado. Vigilados constantemente por guardianes de color negro, que parecía estar esperando que alguno de los españoles protestara o dijera algo en voz alta, para ensañarse con él a golpes. Nosotros que habíamos luchado contra el fascismo, por la democracia, la justicia y la igualdad de hombres y mujeres ¿por qué los franceses nos trataban así?

El agua bajaba mansamente. En algún momento el reflejo del sol en las mansas aguas le transportó y creyó  contemplar las aguas de su Manzanares, el rio de su Madrid. Pero no, no estaba en su ciudad, Madrid quedaba lejos, muy lejos y quizá por mucho tiempo. Estaba preocupado, las noticias recibidas hacia pocos días acerca de la familia no eran nada halagüeñas. Ahora esperaba impaciente para poder confirmarlas.

Llevaría sentado unos quince minutos cuando apareció su compañero, amigo y, desde hacía un mes, el enlace con España y la Organización.

Me levante para esperarle con los brazos abiertos. Nos abrazamos como viejos amigos y compañeros de fatigas durante muchos años. Le conocía casi desde que empezamos a trabajar con 12 años. Me pareció ver tristeza, dolor y amargura en su rostro.
Continuara...

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