Esperanzas Rotas
Sentado frente
al Sena esperaba impaciente la llegada de un compañero de la confederación. Se
había quitado la chaqueta, el sol ya empezaba a calentar. Miraba sin ver el
lento, monótono y seguro discurrir del agua por su cauce. Sus pensamientos iban
como el agua:
Hacia un mes que
había llegado a Paris después de un tortuoso camino, que comenzó, al pasar la
frontera en desbandada, con el resto del maltrecho ejercito republicano y miles
de paisanos que huían de las tropas franquistas.
Al pasar la
frontera, el gobierno francés nos esperaba con los “brazos abiertos” para
meternos en una playa acordonada con alambre de espino.
Hacinados, con
hambre y sed, miles de españoles que
habíamos huido de nuestra querida España por culpa de la maldita Guerra. Los
supuestos ideales franceses de igualdad, libertad y fraternidad, con los
españoles brillaron por su ausencia.
Los primeros
días en aquel campo de concentración de Argéles-sur-Mer fue un verdadero
suplicio, por el día calor y por la noche muertos de frio. Cuando hacia viento
la jodida arena se nos metía por todas partes. Ni siquiera había letrinas, ni
para hombres ni para mujeres. Fuimos nosotros, los que en España habíamos
ejercido algún tipo de mando, los que pusimos a nuestra gente a trabajar, para
hacer de aquella maldita playa un lugar un poco más habitable. A falta de agua
dulce, nos las tuvimos que ingeniar para usar
agua salada para la higiene.
Foto de El Real de San Vicente. El corral de la Abuela Conce
Sin nada que
llevarse a la boca, los franceses nos trataron peor que si fuéramos animales
¡Parecía mentira! El país donde siglo y medio antes se proclamaron los Derechos
Universales del Hombre, ahora con nosotros eran papel mojado. Vigilados
constantemente por guardianes de color negro, que parecía estar esperando que
alguno de los españoles protestara o dijera algo en voz alta, para ensañarse
con él a golpes. Nosotros que habíamos luchado contra el fascismo, por la
democracia, la justicia y la igualdad de hombres y mujeres ¿por qué los
franceses nos trataban así?
El agua bajaba
mansamente. En algún momento el reflejo del sol en las mansas aguas le
transportó y creyó contemplar las aguas
de su Manzanares, el rio de su Madrid. Pero no, no estaba en su ciudad, Madrid
quedaba lejos, muy lejos y quizá por mucho tiempo. Estaba preocupado, las
noticias recibidas hacia pocos días acerca de la familia no eran nada
halagüeñas. Ahora esperaba impaciente para poder confirmarlas.
Llevaría sentado
unos quince minutos cuando apareció su compañero, amigo y, desde hacía un mes, el
enlace con España y la Organización.
Me levante para
esperarle con los brazos abiertos. Nos abrazamos como viejos amigos y
compañeros de fatigas durante muchos años. Le conocía casi desde que empezamos
a trabajar con 12 años. Me pareció ver tristeza, dolor y amargura en su rostro.
Continuara...
Continuara...
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